“En los últimos años se han reportado casos de diabetes tipo 2 en población infantil-juvenil, situación realmente preocupante porque si la afección causa tantos daños cuando inicia a los 40 años (por ejemplo, problemas a nivel de los vasos sanguíneos y los riñones, presión arterial alta, ceguera y amputaciones), las expectativas para quienes la desarrollan a los 10 o 12 años son poco alentadoras”, advierte el doctor Joel Rodríguez Saldaña, director general de la organización Resultados Médicos, Desarrollo e Investigación (ReMeDi), en la ciudad de México.
El sorprendente cambio
Tradicionalmente a la diabetes mellitus se le clasifica en los tipos 1 y 2, asignándosele los términos juvenil o insulinodependiente a la primera variedad, ya que se consideraba exclusiva de niños y adolescentes, en tanto la segunda se designaba “del adulto” por suponerla afección privativa de la gente mayor.
No obstante, las evidencias recientes han demostrado que las dos vertientes de la enfermedad pueden iniciar a cualquier edad, pero el efecto de factores externos, como el consumo abundante de comidas ricas en grasas y carbohidratos, aunado al ejercicio físico limitado ha contribuido a que la tipo 2 se presente en etapas de la vida cada vez más tempranas.
“Lo anterior se debe a que los hábitos mencionados conducen al individuo a la obesidad, condición que representa importante riesgo para desarrollar el padecimiento. Asimismo, éste puede manifestarse en los jóvenes que tienen antecedentes familiares o debido a cambios hormonales propios de la pubertad”, explica el entrevistado.
Las diferencias
En la tipo 1, el organismo se desconoce a sí mismo y destruye las células del páncreas productoras de insulina. Esta sustancia es la hormona encargada de mantener normales los niveles de glucosa, función que efectúa al favorecer su acumulación en el hígado, los músculos y los tejidos. En cuanto a la tipo 2, se presenta un desorden en el metabolismo (proceso que consiste en transformar las sustancias que ingresan al organismo para proporcionar energía y renovar las células), que se expresa mediante el aprovechamiento inadecuado y escasa producción de la hormona señalada.
“Cabe destacar que con frecuencia la diabetes tipo 1 se presenta entre los 4 y 6 años de edad, y al haber deficiencia absoluta de insulina, ocasiona que los síntomas (la pérdida de peso, la sed excesiva, el aumento del apetito y la urgencia frecuente de orinar) se presenten a corto plazo porque las cifras de glucosa se elevan notablemente, además, el paciente está muy delgado o francamente desnutrido. Por estos motivos, el trastorno se diagnostica fácilmente y se trata de manera temprana mediante la administración de insulina, de lo contrario, el afectado podría morir. En cambio, se puede sospechar de la presencia de la diabetes tipo 2 cuando el niño o el joven es obeso aunque, tal como ocurre en los adultos, el mal suele permanecer sin generar síntomas durante largo tiempo”, comenta el doctor Rodríguez Saldaña.
Desde edad temprana
Es necesario considerar que si bien la diabetes tipo 2 se está convirtiendo en un problema durante la adolescencia, el “camino” a la obesidad se construye desde edad muy temprana. En muchos casos esto responde a que hay personas que asocian la sobrealimentación de sus hijos con buen estado de salud, situación muy común en México, sobre todo cuando el primer hijo alcanza peso y talla que exceden los rangos indicados en las tablas pediátricas. ¡Cuidado!, esta circunstancia en lugar de ser motivo de orgullo debería generar preocupación.
Riesgos de la obesidad
El viejo refrán que dice “más vale un gordito que dé risa que un flaco que dé lástima” está totalmente desfasado. “Tal idea se originó muchos años atrás, cuando se consideraba que el tamaño de la barriga y la papada era sinónimo de bienestar económico. Sin embargo, en la época actual la obesidad es reconocida como un importante factor de riesgo para desarrollar gran cantidad de enfermedades. Asimismo, suele ser engañosa, pues quienes la sufren aparentan estar bien alimentados, pero en la mayoría de casos carecen de los nutrientes necesarios”, explica el doctor Rodríguez Saldaña.
Complicaciones
Como hemos visto, las personas que padecen diabetes mellitus poseen excesiva cantidad de glucosa en sangre, condición que de no controlarse puede traer complicaciones tan serias como las anteriormente mencionadas, mismas que, como se dijo, con frecuencia se presentan cuando se padece el tipo 2 de la enfermedad debido a que los afectados no manifiestan síntomas durante largo periodo.
Por dichas razones no hay diagnóstico ni tratamiento tempranos, así que el trastorno avanza causando daño a diversas estructuras del organismo (el riñón, los vasos sanguíneos y los ojos), situación que empeora a causa de los malos hábitos alimenticios y la falta de ejercicio en este grupo de pacientes.
Respecto a la aparición de complicaciones propias del tipo de diabetes tipo 2 en la población joven (daño a los riñones y los ojos, por ejemplo), el entrevistado enfatiza que “todavía no se tienen datos concluyentes, lo que se debe a que este problema saltó a la vista en la década de 1990; aun así, existe preocupación de que se presenten en edad temprana”.
¿Qué hacer?
Una vez que se ha diagnosticado el padecimiento en el menor, es fundamental someterlo de inmediato a tratamiento. Al respecto, el doctor Rodríguez Saldaña menciona que “las únicas medidas que han sido aprobadas por organizaciones internacionales se refieren al plan de alimentación adecuado para cada paciente, la práctica regular de ejercicio físico y las mediciones de glucosa en sangre después de cada comida, a fin de llevar mejor control. Desde luego, existen medicamentos indicados para este trastorno, que sólo se prescriben en algunos casos”.
Ante la magnitud que está alcanzando la diabetes tipo 2 en la población mundial, resulta urgente promover planes de educación que incluyan la difusión sobre sus efectos y generen conciencia sobre la importancia de alimentarse en forma balanceada y practicar ejercicio a diario. También es muy importante tener en mente que la obesidad resulta peligrosa a cualquier edad, y en nuestros días —cuando, por desgracia, en niños y adolescentes está alcanzado niveles nunca antes vistos—, es necesario evitarla a toda costa.