Si las plantas pudieran ser superhéroes, el árbol de moringa ( Moringa oleifera) sería uno de ellos. Aunque es originario de las estribaciones del Himalaya en la India, puede crecer en la mayoría de las regiones tropicales y subtropicales. Tolera bien la sequía, crece rápidamente, tiene hojas que se pueden usar como biofertilizante y sus semillas pueden ayudar a purificar el agua. Hoy en día, la moringa se encuentra con mayor frecuencia en India y Filipinas, pero su cultivo está aumentando en Asia, África, América Central y el Caribe.
Algo aún más interesante sobre este árbol es que es un alimento, una verdura y un medicamento. Cada parte del árbol se puede consumir: hojas y frutas jóvenes (vainas) como alimento; y las semillas, la corteza, las flores y las raíces como medicina.
Los árboles tienen un mecanismo natural de defensa contra el estrés ambiental y las plagas: unos compuestos químicos únicos, conocidos como fitoquímicos, que incluyen antioxidantes y otros componentes protectores. Cuando se consumen estos compuestos, también protegen a las personas contra diversas afecciones y enfermedades.
En una investigación postdoctoral en la Universidad de Rutgers, en la que se trabaja con productos botánicos para tratar la obesidad y la diabetes, demostramos una manera simple de aprovechar los potentes compuestos anti-inflamatorios en las hojas de moringa.
La seguridad y eficacia de la moringa ha sido revisada y ha mostrado prometedores avances en el manejo de la diabetes y el riesgo de enfermedades cardiovasculares.
¿Cómo funciona?
Muchos fitoquímicos, especialmente los compuestos de defensa que la planta utiliza para alejar a los insectos, se almacenan como compuestos inactivos. Cuando las hojas son trituradas o masticadas por un insecto, se produce una reacción enzimática en la que se libera esa sustancia. Estos compuestos actúan como un potente agente antiinflamatorio en nuestro cuerpo.
Cuando tenemos una condición de salud subyacente como cáncer, diabetes u obesidad, nuestros cuerpos reaccionan de manera exagerada y causan una inflamación crónica que desequilibra al cuerpo, ya que siempre está en «modo de pelea». Si bien la inflamación aguda puede ayudar al cuerpo a sanar, como cuando nos cortamos un dedo, la crónica puede ser perjudicial para la salud porque el sistema inmunológico está trabajando en exceso. La inflamación también puede causar un procesamiento inadecuado de las azúcares y toxinas a las que estamos expuestos. Los fitoquímicos de la moringa pueden ayudar a reducirla.
Los compuestos bioactivos en la moringa se denominan isotiocianatos (ITC) y son similares a los que se encuentran en el brócoli, el repollo y la arúgula, lo que les da un ligero sabor a pimienta. En el laboratorio, pudimos patentar un simple proceso de trituración de las hojas cuando están frescas, para liberar los ITC activos, y luego secarlas y llevarlas a un polvo que contenga algunos de los compuestos vegetales más beneficiosos para la salud.
En varios estudios hemos demostrado su capacidad para reducir la inflamación crónica, los niveles de azúcar en la sangre, el colesterol, la obesidad y trastornos intestinales.
Crear conciencia
Aunque la moringa se ha consumido en el sudeste de Asia durante siglos, no es muy popular en el resto del mundo. La investigación científica sobre los beneficios de la planta también ha sido limitada, aunque su inclusión en publicaciones académicas ha crecido significativamente desde el año 2000. Con las crecientes presiones por el aumento de la población y el cambio climático, que generan un incremento de la seguridad alimentaria y nutricional, particularmente en África, la moringa ofrece una herramienta para abordar estos problemas.
La preocupación de las personas por su salud han permitido que este tipo de plantas obtengan más exposición. En los últimos cinco años, la información sobre las hojas de moringa como un vegetal verde saludable ha comenzado a difundirse. Los polvos de la hoja no sólo están a la venta en supermercados y mercados agrícolas de Nairobi, sino también en los mercados especializados de EE.UU. y Europa.
Las hojas frescas de moringa son sabrosas en ensaladas, sopas, con huevos o con cualquier comida salada, pero también bastante perecederas y se deberían consumir idealmente el día en que se cosechan. Las vainas no maduradas también se pueden comer como judías verdes, y a menudo se encuentran en sopas. El polvo de las hojas secas ofrece una alternativa para aquellos que no pueden cultivar la planta en su patio o que no tienen acceso a una granja. El polvo seco se puede agregar a un plato de avena, batidos, té, sopas y a cualquier comida después de que se haya cocinado.
Para aquellos a quienes no les guste el sabor picante y «saludable», la moringa en polvo también está disponible en cápsulas y mezclas de té.
Fuente: Univisión