Cerca de 350 millones de adultos alrededor del mundo padecen diabetes tipo II, y se proyecta que la cifra se incremente en 200 millones más para 2035. La metformina es el medicamento más utilizado a nivel mundial para tratar esta clase de diabetes, pero la manera en la que este fármaco funciona aún no se conoce con claridad.
Gracias a un estudio realizado por investigadores del Imperial College Londres, Reino Unido, y de la Universidad de Toronto en Canadá, que analizó los efectos que la metformina genera en ratas, se encontró que el intestino es el responsable de detectar el fármaco, con lo cual envía señales al cerebro que posteriormente le ordenan al hígado reducir la producción de glucosa.
El descubrimiento podría ayudar a los científicos a diseñar tratamientos más efectivos que generen menos efectos colaterales. La metformina puede dar lugar a efectos secundarios indeseables como náuseas y diarrea, los que quizás podrían evitarse con tratamientos que se enfoquen en el intestino de manera más selectiva.
El estudio fue publicado en la revista Nature Medicine.
“Estos hallazgos abren una vía totalmente nueva para el tratamiento de la diabetes tipo 2. La metformina es un importante fármaco que ayuda a muchas personas con diabetes a controlar sus niveles de azúcar, pero no es apta para todos; ésta genera efectos tóxicos en algunos órganos. Al comprender dónde actúa dentro del cuerpo, quizás seamos capaces de diseñar nuevos fármacos o nuevos sistemas de aplicación que reduzcan sus efectos secundarios”, explicó el profesor Guy Rutter, quien dirigió el grupo del Imperial College en el Departamento de Medicina de la institución.
La metformina trabaja esencialmente elevando los niveles del químico adenosín monofosfato (AMP) en las células, el cual se transforma en una enzima llamada AMPK. Hasta ahora, los científicos tenían la creencia generalizada de que la metformina suprimía la producción de glucosa actuando directamente sobre el hígado. Los investigadores canadienses y británicos encontraron que al inhibir AMPK en el intestino les fue posible bloquear el efecto de ésta en la producción de glucosa, una vez que la metformina fue entregada al intestino de las ratas. Esto mostró que la concentración de AMPK en las células intestinales fue crítica para detectar el fármaco. Otros experimentos demostraron que los nervios transportan señales desde el intestino al cerebro y del cerebro al hígado, siendo las responsables de ocasionar los efectos sobre la producción de glucosa.
El estudio recibió apoyo de los Institutos de Investigación en Salud de Canadá.
Vía: Imperial College London