Cincuenta cerdos para tratar la diabetes

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Se cumplen cien años del primer tratamiento con insulina, al principio de origen animal, una hormona que hoy reciben 3.000 asturianos

Cincuenta cerdos era el precio anual del tratamiento de la diabetes en los años veinte del siglo pasado.

Sí, medio centenar de gorrinos eran necesarios para obtener la insulina que un enfermo necesitaba en un año. Si los procedimientos no hubieran avanzado, tratar hoy día a los 3.000 asturianos que sufren diabetes tipo 1 implicaría el sacrificio anual de 150.000 cerdos.

Acaba de cumplirse el centenario de la primera administración de insulina a un niño. Se llamaba Leonard Thompson, tenía 13 años y vivía en Toronto (Canadá).

–En aquellos momentos, el diagnóstico de diabetes era infausto. Los niños tenían una esperanza de vida que oscilaba entre tres y seis meses. La diabetes los iba consumiendo, los adelgazaba, perdían todos los alimentos a través de la orina, no había tratamiento alguno. Cuando empezó a inyectarse ese extracto a la gente joven, la recuperación fue espectacular desde el primer momento. Fue un éxito impresionante –explica Elías Delgado Álvarez, profesor titular de Medicina de la Universidad de Oviedo, jefe de la sección de Diabetes del Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA) y subdirector de Investigación Clínica del ISPA.

Como consecuencia de la primera administración de insulina de la historia, Leonard Thompson pudo vivir trece años más. Este descubrimiento revolucionó la Medicina. A finales de ese mismo año, 1922, el primer médico especializado en diabetes, Elliot P. Joslin (1869-1962), ya proclamó que en los meses anteriores había visto muchas resurrecciones.

La insulina se había descubierto en 1921. El 23 de enero de 1922 se administró por primera vez a un ser humano con diabetes tipo 1, la de origen autoinmune, la que afecta a niños y adolescentes, la que requiere necesariamente un tratamiento con insulina. Con el fin de conmemorar este centenario, Elías Delgado impartirá mañana, jueves, en Oviedo, la conferencia titulada “Cien años de insulina: desde el descubrimiento hasta la insulina inteligente”, en el salón de actos del Colegio de Médicos de Asturias (plaza América, 10), a las 20.00 horas. Esta charla servirá para inaugurar el Curso Académico 2022 de la Real Academia de Medicina y Cirugía del Principado.

En Asturias son diagnosticadas cada año de diabetes tipo 1 unas 50 personas menores de 40 años. En todo el mundo hay 1.200.000 afectados. La insulina es una hormona que libera el páncreas como respuesta a la presencia de glucosa en la sangre. Su papel consiste en propiciar que la glucosa (azúcar) penetre en las células para ser utilizada como fuente de energía. Si no ejecuta esta función de forma correcta, la glucosa se acumula en la sangre y produce hiperglucemia.

El descubrimiento de la insulina dio lugar a dos premios Nobel. En 1923 lo recibieron Frederick Grant Banting y John James Richard Macleod, de la Universidad de Toronto. Banting tenía 32 años: todavía hoy es el científico más joven en recibir el galardón sueco. Entre tanto, Frederick Sanger obtuvo el Nobel en 1958 por determinar la secuencia química de la insulina (y repitió premio en 1980 por sus técnicas de secuenciación de los elementos que componen el ADN).

–Durante 60 años, la insulina que se administraba era del cerdo y de la vaca, que se diferencian de la humana en solo uno y tres aminoácidos. El descubrimiento de la estructura de la insulina, o sea, de la cadena de aminoácidos que la compone, permitió fabricar insulina humana en el laboratorio, lo que puso fin a la escasez –señala el jefe de la sección de Diabetes del HUCA.

Después de emplear insulina derivada de los animales durante casi seis décadas, en 1982 aparece la primera insulina humana. A partir de ahí, los ingenieros bioquímicos empiezan a jugar con los aminoácidos, alterando su orden, y crean análogos de insulina, es decir, insulina con un perfil de acción más beneficioso.

–El primer análogo de insulina rápida aparece en 1996, y en el año 2000 el primer análogo de insulina lenta que permite cubrir las 24 horas con una única dosis al día –indica el especialista en Endocrinología del HUCA.

Al inicio de todo, en 1922, los enfermos tenían que ponerse cinco o seis pinchazos al día, porque los efectos duraban seis horas. En 1950 se descubrió cómo dar a la insulina efectos retardados: eso permitió bajar a tres pinchazos al día. Con la llegada de los análogos, el paciente se pone una dosis de una insulina basal, que cubre los periodos entre las ingestas durante las 24 horas del día, y dosis de insulina rápida en cada ingesta: desayuno, comida y cena.

El modo de administrar la insulina ha sido objeto de otra gran carrera tecnológica.

–Aún recuerdo a mi abuelo, que hervía las jeringuillas de cristal y las agujas metálicas. A partir de ahí, aparecen las jeringas desechables, inventadas por un ingeniero aeronáutico español, Manuel Jalón, que fueron un gran avance. Vinieron después los bolis con insulina precargada y los bolis desechables. Más tarde, las bombas de insulina, maquinitas que están infundiendo de manera continuada insulina en el tejido intersticial. No solo ha mejorado la insulina, sino también los dispositivos para administrarla –enfatiza Elías Delgado.

Y si las últimas décadas han sido pródigas en avances relativos al tratamiento de la diabetes, el futuro se presenta prometedor. Está muy avanzado el mecanismo que requiere un solo pinchazo para toda la semana.

–La insulina semanal está muy cerca. En el HUCA estamos participando en un ensayo clínico –señala el profesor de la Facultad de Medicina de Oviedo.

Y, un poco más lejos en el tiempo, aparece el gran objetivo: la insulina inteligente:

–Se activa únicamente cuando hay un exceso de glucosa en la sangre. El riesgo de la insulina es pasarse de dosis y generar una hipoglucemia que prive al cerebro del azúcar necesario y se provoque un coma hipoglucémico. El desafío consiste en dar con una insulina que trabaje solamente cuando el azúcar esté alto; de manera que, aunque esté en tu organismo, si el azúcar está bajo no funcione. Hay algunos avances en esa línea, pero será realidad a más a largo plazo.

Las bombas de insulina y los sensores de glucosa han experimentado un notable avance. Los sensores de glucosa trasladan la información a la bomba, y esta dispone de un programa de inteligencia artificial que programa la dosificación de insulina basal, casi como un páncreas. Se dispone en la actualidad de lo que se conoce como “páncreas artificial híbrido” o “sistema de asa cerrada híbrido”: un sistema automatizado de liberación de insulina tanto en “hipo” como en “híper” para lograr una glucemia determinada que controla la insulina basal durante las 24 horas del día sin intervención del paciente. Este solo tiene que dar las órdenes para la administración de la insulina rápida de las ingestas.

–En poco tiempo vamos a tener muchos avances que van a mejorar la calidad de vida de los enfermos de diabetes –destaca Elías Delgado, con el recuerdo aún fresco de su abuelo hirviendo jeringuillas y agujas.

Fuente: lne.es

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